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viernes, 27 de marzo de 2015

Bares, cien lugares tan gratos para conversar…

Y llevaba mucha razón Gabinete Caligari al decir eso en su canción, porque una tasca, taberna, cantina o como lo queramos llamar, no es un local donde simplemente se va a beber. Es mucho más que eso.
Es un punto de encuentro imprescindible en cualquier núcleo habitado. En él, desde antiguo, se reunía la gente para reforzar sus lazos sociales: los trabajadores comentaban los pormenores de sus faenas, otros buscaban y encontraban trabajos, descansaban de sus duras jornadas laborales, disfrutaban con el juego y el cante, compartían las noticias de su entorno, se cerraban tratos e incluso se convenían amoríos… Amén de bailes, comilonas y por ¿por qué no?, apuestas, bravatas, discusiones y alguna que otra pelea.
No fue menos nuestra aldea que cualquier otra en estos menesteres y a las pruebas me remito. Aquí os dejo una crónica de cómo evolucionaron estos locales en Fuente de la Corcha, que no fueron pocos, ya lo veréis.
Antes de que se me olvide tengo que darle las gracias a nuestro paisano Juan Manuel Romero; sin su relato hubiera sido imposible poner norte a este breve  artículo.

Es difícil situar cronológicamente cada establecimiento sin temor a equivocarme, comenzaba relatándome Juan Manuel; No obstante, intentaremos ir nombrándolos con un orden aproximado.
El primer lugar que recuerdo donde se servían bebidas era la Casa de Catalina “La Pava” quien a su vez, también regentaba una pequeña tienda de alimentación. Estamos hablando de finales del siglo XIX. Situada donde actualmente vive Narci y la casa adjunta, donde vivía su hermana (Número 1 en el plano). Hay que dejar constancia también que esta mujer solicitó al entonces Gobernador de Huelva D. Manuel Miranda, que le legalizara el negocio para poder dispensar tabaco. Accedió éste a su petición y el local pasó a convertirse en uno de los estancos de más venta de la provincia. De hecho, el bar comenzó a llamarse Bar del Estanco.
Más tarde, abriría otro despacho de bebidas Andrés Lorca Macías “El Cortina” en la salida de la aldea dirección Beas. A día de hoy es la casa de José Toledano (Número 2).
El siguiente local que yo recuerdo, continúa Juan Manuel con la crónica, es el Bar de la Romana. También esta emprendedora mujer montaría una tienda paralelamente al negocio del vino. Años más tarde, su hija Encarna Lorca, junto con su marido Leonardo Rivera, continuaría con el negocio y el bar-tienda pasaría a llamarse “Los Canitos”, más conocido como “El Canito” (Número 3). Aunque el local se encuentra actualmente cerrado, no se descarta que en un futuro próximo se vuelva a abrir como brasería de carnes (esta noticia no está confirmada pero me lo ha dicho un pajarito).
Pero mejor prosigamos con el relato:
José María López sería el siguiente gerente de otro de estos establecimientos en la misma calle y a pocos metros de Los Canitos (Número 4 en el mapa).
En los exteriores de la aldea también se inauguran nuevos negocios, como el de Francisca Lorca González “La Chiquenina” (Número 5).
Y frente a la iglesia, en la actual casa de Carmen y nuestro ya desaparecido amigo José Dolores Lorca, montaba un bar años atrás Juan Calleja Lorca “El Churrita” (Número 6 en el plano).
Ya entrados en los años 70, se empieza a edificar el salón que actualmente conocemos como Caseta de la Hermandad (Número 7).
Posteriormente abriría sus puertas el Bar Jabalí, en la casa que hoy pertenece a Manolo y Encarni (Número 8 en la foto).
Benito y Dolores fueron los últimos en inaugurar un nuevo establecimiento con instalaciones para la práctica de tiro al plato. Un extraordinario local que tristemente hoy también está cerrado.
Para terminar el artículo, hay que mencionar que está en proyecto la construcción de un chiringuito de verano en la explanada que se encuentra entre la iglesia y la Casa Hermandad. Aunque esta última noticia está aún pendiente de ser contrastada. 



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